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ANTOLOGÍA DE TEXTOS SOBRE LA MEMORIA DE LA ESCUELA Y DE LA INFANCIA





ANTOLOGÍA DE TEXTOS SOBRE MEMORIA DE LA ESCUELA Y DE LA INFANCIA



BIBLIOTECA DEL IES EMILIO MUÑOZ DE COGOLLOS VEGA
CURSO 2018/2019




Recuerdo infantil de Antonio Machado
No volveré a ser joven de Jaime Gil de Biedma
La mejor escuela de J. Agustín Goytisolo
Educar de Gabriel Celaya
La maestra de Gabriela Mistral
Pasaje sobre Leandro” de Las pequeñas memorias de José Saramago
Autobiografía de Gloria Fuertes
Autobiografía de Carmen de Burgos
Ante los ojos de los niños del colegio de William Butler Yeats




POEMAS SOBRE MEMORIA DE LA ESCUELA

"Recuerdo infantil" de Antonio Machado

Es uno de los poemas inspiradores de nuestro proyecto "Memoria de la escuela" este poema nos evoca a todos/as los recuerdos de las clases y nos sirve para comparar las similitudes y diferencias de la escuela en distintos momentos de la historia.




"No volveré a ser joven"
de Jaime Gil de Biedma


LA MEJOR ESCUELA
de J.Agustín Goytisolo

DESCONFÍA de aquellos que te enseñan
listas de nombres, fórmulas y fechas
y que siempre repiten modelos de cultura
que son la triste herencia que aborreces.
No aprendas sólo cosas, piensa en ellas
y construye a tu antojo situaciones e imágenes
que rompan la barrera que aseguran existe
entre la realidad y la utopía.
Vive en un mundo cóncavo y vacío;
juzga como sería una selva quemada;
detén el oleaje en las rompientes;
tiñe de rojo el mar;
sigue a unas paralelas hasta que te devuelvan al punto de partida;
coloca al horizonte en vertical;
haz aullar a un desierto;
familiarízate con la locura…
Después sal a la calle y observa:
es la mejor escuela de tu vida.



EDUCAR
de Gabriel Celaya

Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.

Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.



ANTE LOS OJOS DE LOS NIÑOS DEL COLEGIO
William Butler Yeats
(traducción de Amal Haddad, Universidad de Granada)
I
Paseando en el aula inmensa pregunto;
Y una monja linda de velo blanco contesta:
Los niños aprenden a escribir y a cantar,
Aprenden a leer y la historia escuchar,
A cortar y coser, y a trabajar con esmero
Siguiendo la modernidad – los ojos de los niños
En un momento pasajero se clavan con asombro en
Un sonriente funcionario de mediana edad.
II
Sueño con el cuerpo legendario de Leda, inclinado
Sobre un fuego desazonante, un cuento que ella
Contó de un cruel reproche, o un suceso trivial
Que transformó días de inocencia infantil en tragedia-
Contó, y sentí como si nuestros dos seres se fundieran
En una esfera de joven compasión,
Para transformar la parábola de Platón en una alegoría
De yemas y claras habitando debajo del mismo techo.
Ante los ojos de los niños del colegioVI
Su imagen actual flota hacia mi mente –
¡Me pregunto si el dedo del Quattrocento la engendró
Con las mejillas hundidas como si se hubiera bebido el viento
Y si para matar el hambre le dieron a cambio un caos de sombras!
Yo también tuve alguna vez alas adorables
Aunque nunca como las de Leda – basta de esto,
Mejor sonreír toda esta sonrisa, y mostrar
Que allí hay una especie de agradable viejo espantapájaros.
VI
Platón pensó que la naturaleza es solo espuma que juega
Sobre un paradigma espectral de objetos;
El soldado Aristóteles jugó a las canicas
Sobre los pies del Rey de Reyes;
El famoso con su muslo de oro, Pitágoras
Tocaba con un violín o unas cuerdas
Lo que cantaban las estrellas y las indiferentes Musas escuchaban:
Ropa vieja encima de ramas viejas para espantar un pájaro.
VII
Monjas y madres, ambas adoran imágenes,
Pero aquellos que prenden las velas no son como aquellos
Que reviven los ensueños de las madres,
Pero mantienen de pie a una estatua de mármol o de bronce.
Sin embargo, también rompen corazones – ¡Oh Olam!
Que la pasión, piedad y la afección le conocen,
Y que toda la gloria del paraíso simboliza –
¡Oh burladores auto-engendradores del ser del hombre!
VIII
El esfuerzo está floreciendo y bailando en el lugar
Donde el cuerpo no se lastima para satisfacer al alma.
Ni la belleza nace de su propia desesperanza,
Ni la sabiduría soñolienta nace del combustible de la medianoche.
¡Oh castaños!, con flores de profunda raíz,
¿Eres la hoja, la flor o el tronco?
¡Oh cuerpo sometido a la música! ¡Oh centelleante mirada!
¿Cómo del baile se distingue el bailarín?


LA MAESTRA

De Gabriela Mistral

La Maestra era pura. «Los suaves hortelanos», decía,
«de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz».
La Maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!
Maestra ruralLa Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
tal sonrisa, la insigne flor de su santidad.
¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,
largamente abrevaba sus tigres el dolor!
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!
¡Oh, labriego, cuyo hijo de su labio aprendía
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazón en flor!
Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!
Pasó por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?
Daba sombra por una selva su encina hendida
el día en que la muerte la convidó a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.
Y en su Dios se ha dormido, como un cojín de luna;
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!
Como un henchido vaso, traía el alma hecha
para volcar aljófares sobre la humanidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.
Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta
púrpura de rosales de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta, las
plantas del que huella sus huesos, al pasar!




AUTOBIOGRAFÍA
de Gloria Fuertes

Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
A los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores,
-no digo nombres-,
gracias a eso, pude sobrellevar
mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta,
-pero Dios y el botones saben que no lo soy-.
Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.






AUTOBIOGRAFÍA
de Carmen de Burgos

Querido Ramón: Me dice usted que desea vivamente mi autobiografía y autocrítica y añade usted "que sea sincera".
Pensé primero tomar una pose artística, algo campanuda2, y pintarme como sabe hacerlo nuestro amigo Villaespesa, tal como mi fantasía quisiera ser hoy, y digo yo, porque me cansaría y anhelaría ser de otra manera distinta. Luego pensé hacer una confesión donde, a la manera del hermosísimo libro Cabalgata de horas, de Ramírez Angel, la ironía encubriera las sinceridades y lo imaginario se disfrazara de sentimental.
Para librarme de ambas tentaciones, me decido a dirigirle a usted esta carta. Así no sabré mentir. Tengo el vicio de la amistad; que no es de los que se suelen pagar menos caros.
Tanto he de contarle, que no sé por dónde empezar. Mi vida es compleja; varío de fases muchas veces; tantas que me parece haber vivido en muchas generaciones diferentes… y yo también he cambiado de ideas… de pensamientos… ¡Qué sé yo! Me río de la unidad del "yo", porque llevo dentro muchos yoes, hombres, mujeres, chiquillos… viejos… se pelearían si discutiesen con alguno… pero les dejo que venza el que más pueda, y que haga cada uno lo que le dé la gana… ¡todos son buenas personas! A veces imprudentes, demasiado confiados… Suelen obrar con ligereza y tener de qué arrepentirse… Entonces intervengo. Nada de esa debilidad que nos hace estar todo el tiempo de cara al pasado lamentándolo… nada de lágrimas… Consuelo como puedo al culpable y despierto a todos los demás para que lo aturdan con sus cantos… la, la, ra,… la, ra, la, la, la…
Muchas veces envidié las vidas sencillas que llevan trazado el camino, pero me duró poco. Hoy me gusta lo impensado, lo incierto; me atrae lo desconocido; el encanto del libro que no se ha leído y de la partitura que no se escuchó jamás. No comprendo la existencia de las personas que se levantan todos los días a la misma hora y comen el cocido en el mismo sitio. Si yo fuera rica, no tendría casa. Una maleta grande y viajar siempre. Deteniéndome en donde me agradase, huyendo de lo molesto… aspirando el aroma de las cosas sin analizarlas. Eso de hacerse un palacio con cementerio y todo para vivir y morir en un mismo sitio me parece que nos asemeja a los moluscos. ¡Pícaro progreso que trajo los ferrocarriles en lugar de las cómodas escobas sobre las que cruzaban el aire nuestras respetables abuelas!

He sufrido mucho… ya no me acuerdo… pero experimenté el placer del sufrimiento. No lo crea usted paradoja, tuve el placer de sentir la vida intensa, vibrar agitándome en ansias de muerte y de desesperación. Otras veces se me desbordó el pecho en amor, en placer, en esperanzas… algunas en anhelos de bien y de justicia. ¡Qué más da! Lo hermoso es sentir la vida. Por fortuna tengo una naturaleza fuerte y sana que se libró del peligro de excitar la morbosidad del dolor. Hoy (con ligeros interregnos) mi gesto favorito es el encogimiento de hombros. ¡Hay tan pocas cosas que valgan la pena de apasionarnos.
No soy ambiciosa ni me importa el juicio ajeno. La calumnia se estrella a mis pies lamiéndolos mansamente como el agua del mar a las rocas inquebrantables.
Detesto la hipocresía y como soy independiente, libre y no quiero que me amen por cualidades que no poseo, digo siempre todo lo que siento y se me antoja. Así los que me quieren, me quieren de veras. Los que me detractan por la espalda, se quitan el sombrero delante de mí. Jamás pensé en el medro personal a costa de mi libertad o de abjurar de mis convicciones.
¿Hechos de mi vida? Ninguno notable. Me crié en un lindo valle andaluz, oculto en las últimas estribaciones de la cordillera de Sierra Nevada a la orilla del mar frente a la costa africana. En esa tierra mora, en mi inolvidable Rodalquilar, se formó libremente mi espíritu y se desarrolló mi cuerpo. Nadie me habló de Dios ni de Leyes y yo me hice mis leyes y me pasé sin Dios.
Allí sentí la adoración al panteísmo, el ansia ruda de los afectos nobles, la repugnancia a la mentira y los convencionalismos.
Pasé la adolescencia como hija de la natura, soñando con un libro en la mano a la orilla del mar o cruzando a galope las montañas. Después fui a la ciudad, y yo que creía buena a la humanidad toda, vi sus pequeñeces, sus miserias… y sentí el dolor de los pesares ajenos, y lloré con los oprimidos y envidié los mundos donde no habitan los hombres.
Podría parodiar a los héroes deHomero, "reina en unas partes, mendiga en otras". Fui rica y carecí de todo. Vi alejarse a las gentes con la miseria y dejarme sola cuando tuve hambre; los que me convidaban cuando nada me hacía falta y los vi volver otra vez con la fortuna… y los recibí con un encogimiento de hombros.
Y así sufriendo y amando… entre lágrimas y goces se formó mi espíritu de hoy. Viajé… estudié… me adularon y me zahirieron…
Hoy solo creo en el arte y acepto el amor como bella mentira, una forma más perfecta de la amistad. ¿Otra de mis vidas? La de profesora… Esta sería tan insufrible como el matrimonio y el cocido si yo no la supiera adornarlo de azul. En todo caben ensueños. Pienso en las almas de mujer que con una frase puedo liberar del oscurantismo… pienso en los corazones en que despierto el amor al arte… y en abrir todos los años la puerta de las aulas a una multitud de jovencillas que mi severidad podría retener para que vayan a saltar al sol, sin molestarse en nuestras indigestas y vacías explicaciones. Cuando las veo delante de mí, reflexiono en que deben amar y ser amadas, en que hace sol y ellas están encerradas en el aula sombría; en que hay lindas canciones para labios de rosa y marchitan los suyos los problemas de álgebra. Y las amo y quisiera gritarles: "Huid de esta parodia de ciencia. Sed libres…", pero callo y les doy la libertad.
Mis penas como profesora son dos; la imbecilidad de gentes inferiores que dirigen a los que valemos más que ellos, y haber visto un día un sitio vacío en el banco que ocupaba una pobre alumna pálida… ¡La mató la primavera!
¿Mi vida de periodista? Es más curiosa; empecé por cajista de imprenta, en la que poseía mi padre político en Almería; después escribí con las tijeras para completar un periódico satírico. Mi primer artículo mereció los honores del triunfo y la reproducción fuera de la provincia, y mis paisanos debieron pensar que eran muy brutos y que necesitaban que les dijeran lo mucho que yo valía. ¡Claro, se lo creyeron! Y me empezaron a escribir artículos… La primera vez que me llamaron "escritora" volví la cabeza a ver si se lo decían a otra y me ofendí cuando me dijeron literata… casi me sigo ofendiendo.
He escrito muchos miles de artículos en toda la prensa del mundo; me los han traducido a todos los idiomas. Me pegaron y me elogiaron. Es decir, "se me discute".
¡Qué horror! No se pondrán nunca de acuerdo ni yo me inquietaré por el fallo. No tengo vanidad de escritora y si alguna de mis compañeras la padece le aconsejo que se haga periodista militante, vaya a las redacciones y verá cómo se nos dan los bombos. El lector puede tener la seguridad de que hemos puesto de necia y majadera, por lo menos, a la insigne que elogiamos.
¿Libros? Muchas traducciones, muchos prólogos, muchos arreglos… muchos… trabajo de hojarasca para ganar el sustento.
Hoy ya es otra cosa; empiezo mi labor. Permítame usted que guarde silencio acerca de todo lo que preparo. Baste decir solo que hasta que he recibido todas las lecciones de la vida y llevo tantos años de escritora no me he atrevido a escribir mi primera novela. Miro la novela con miedo. Es la diosa de la Literatura.
¿Tendencias? Yo soy "naturalista romántica" y variable, como mis yoes. Me gusta todo lo bello y la libertad de hacerlo sin afiliarse a escuelas.
Ya lo demuestro en los dos libros únicos que amo de todo los que he producido: Por Europa. Descripción de un viaje a Francia e Italia, escrito con toda sinceridad; sin pensar en el público y diciendo cuanto pensaba, y Cuentos de Colombine, en los que puse mucho de mi alma.
Unas veces muy romántica, otras no… ¿Por qué imponer ni leyes ni ficciones?
¿En el teatro? Hice un ensayito y me aplaudieron… y escribí un libro de versos que tiene pasión y alma y quizás volveré a ocuparme de algo de esto porque yo nada aseguro… pero mi propósito es cultivar la novela, arte superior y apuesto por el dramático.
Prefiero que me lea un imbécil a ver interpretar mis creaciones. Los cómicos son todos seres inferiores…
Me gusta rodearme de la gente joven y tengo a orgullo el afecto que toda la juventud sana me demuestra. Siento con ustedes entusiasmos y energías y no me importan las críticas de mala ley.
¡Los hados me libren de los genios consagrados y de los viejos dómines!
Y esto ya se acaba. ¿Por qué seguir? En mi vida familiar e íntima usted me conoce. No se adivina que soy escritora, ¿verdad? Sé amar a mi hija, una preciosa gitanilla que es la mejor de mis obras, y ser alegre con los míos, atender a las labores propias del sexo y entretenerme fácilmente en nimiedades que no entienden los genios. Aparte de que me gustan los cintajos y los trapos y no me suena mal algún piropo, aunque no sea literario.
Para complemento del retrato que me obliga usted a hacer: mis caprichos. Un día me pongo el mantón, y escandalizo a mi portera, para ir a enterarme de cómo son las casas donde duermen los golfos o cómo viven los gitanos del barrio de las Cambroneras.
Otro día tomo un palco en el Real y escandalizo a mis amigos que no saben de dónde saco el lujo (podían ver que son las cuatro de la mañana y aún arde mi lámpara de trabajo). Ya tomo el tren para ver la miseria de una ciudad minera, para curar heridos como ahora en Melilla, o para aceptar una paella en la Albufera Valenciana, la tierra española que más amo, o escapar a París a comprarme un abrigo.
Si quiere usted hacer el resumen de todo esto, hágalo. Yo no veo más que una amalgama de todas las cosas que forman la vida de una mujer que poco a poco fue desligándose de preocupaciones y avanza tranquila por el camino entre melancolías y sonrisas, sin llegar al llanto ni a la carcajada; siempre de cara al sol y sin escuchar los perros que ladran a su paso, ni siquiera a los que menean halagadores su cola.
Suya afectísima, compañera y admiradora,
Colombine.
P.D. Así creo que soy; esta noche tal vez seré de otra manera. ¡Es tan difícil conocerse a sí mismo! Si soy de otra manera perdóneme el engaño porque yo misma lo padezco.
(Otro sí. Envíeme las pruebas por si para entonces he cambiado de modo de pensar.)

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